Antes del anoceher, llego.
Es una tarde lluviosa, voy en el asiento trasero viendo cómo se deslizan las gotas gruesas sobre la ventanilla pero mi mente no se encuentra allí, está lejos; no reparé en ninguno de los lugares por los que pasábamos, no me ponía a observar los alrededores mientras la lujosa camioneta andaba pero de pronto, como instinto, pude distinguir que ya estábamos acercándonos. Salí del remolino de pensamientos en los que me encontraba y me concentré en el camino: ya divisaba aquél sendero que tanto me gustaba y que hacía tanto tiempo que no veía; apenas se podía distingtuir pues la lluvia era demasiado recia. Arribé.
Estoy en el lugar donde hasta hoy me di cuenta que es el sitio más seguro de mi mundo; no hay ninguna clase de preocupaciones, todo es sobre disfrutar de la mejor vida, de descansar sin tener pendientes al siguiente día, no existe lo mundano. Una pequeña ciudad tan lejana pero tan cercana a tan necesaria paz que hace falta en ciertas ocasiones al estar viviendo humanamente.
Los días mas ricos en toda clase de aspectos, los vivo aqui, como también aqui vive a quien le encanta escucharme mientras prepara mis platillos y postres favoritos, como también le encanta concentirme, ya que no consigue verme muy seguido. Son poquísimas las veces que nos vemos, siempre trata de tener sólo mis manjares favoritos para desayunos, comidas y cenas, trata de mantener el ambiente que tanto me gusta para hacerme sentir aún más cómoda, para que ame yo aún más el venir aqui a escaparme. Se trata de la cocinera de la mansión; sin ella, este lugar no sería lo que es, especialmente para mí. Siempre lista para recibirme en cualquier ocasión, ya sea yo sola o si traigo compañía.
Delante de un suculento fundido de chocolate con nueces y fresas, seguido por un vaso con leche bien fría como me gusta, le confesé que había venido a escaparme. Notó en mí esa clase de cansancio tan particular que lo hace a una ser humana y comprendió totalemente a lo que me refería. Después de un rato me fui a leer a la sala de estar, recostada en un hermoso sofa frente a la chimenea con la lluvia que no paraba como música de fondo. Fui dulcemente interrumpida por su llegada con una taza de té y platicamos. No pude evitarlo, me desahogué como siempre lo hago, le expresaba a ella mis preguntas y angustias sobre el amor e igual como siempre, tratando de darme los mejores consejos y palabras para apaciguar mi intranquilidad.
Son las 4:05AM y yo no dormí, me la pasé en el estudio escuchando música clásica (la que por lo general me manda a otra realidad) apoyada sobre el escritorio rebotando una pequeña pelota de mano pensando en la rosa todo ese tiempo. Escucho unos toquidos, se abre la puerta y me pregunta la tierna cocinera que si estoy bien, respondo negativamente, me pregunta si he dormido y sigo respondiendo en negativo. Se aleja, dejo la pelotita y abro la "laptop" para escribir lo que ahora lees.
En esta estancia me he dado cuenta que no me importaría dejar atrás a algunas personas a las que les tengo cariño, he estado aprendiendo a pensar más en mí y procurarme más a mí misma, tal y como me lo hacen sentir aqui. Es bello pasar los dias aqui, como ya lo dije, es como un paraíso propio.
Algunas personas, no todas... y menos tú.
Regresó de nuevo con otro té y un lindo platito con dos galletitas, me anima a irme descansar. Ahora mismo no podré pero sí lo hare dentro de un rato, ocupo descansar y sentirme aún mejor para amortiguar los sucesos del paréntesis.
¡Gracias, señora Dean!