Monday, 24 November 2014

Eclipse

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La Luna que invariablemente se hallaba siempre sola en medio de la bella obscuridad, observando allí abajito diariamente a sus queridas amigas las estrellas, que con el tiempo ciertas de ellas se convertían en sus favoritas, y las cuales la hacían sonreír de a montón.

Ella brillaba con el más hermoso y blanco resplandor, reconocía que su naturaleza en realidad era la de una rara y obscura esencia; recibía bellos halagos de los que ella apreciaba pero no tenían un mayor significado, sabía que su entidad tenía un motivo más importante, que la razón de su reluciente ser era por una causa especial que ella no comprendía aun.

Sus estrellas favoritas constantemente le platicaban el motivo de ser iluminadas, siempre todas ellas se encontraban muy felices... claro, siempre todas ellas se ubican y se juntan, crean hermosos grupos y sus existencias tienen tanto sentido al crear todo ese encanto que hasta a ella le emociona al admirarlas, pero alguien de su similitud, no la había a su alrededor, no obstante, disfrutaba de su peculiar y original soledad, reflejándolo en esos momentos en que no dejaba ver su bello centellear; sin embargo, en el trance en el que más irradeaba, era cuando escondía muy bien en el fondo lo contrario.

En un instante en el que Venus se paseaba por los alrededores, se detuvo a platicar con la Luna:
"Podrás pretender lo que quieras, pero yo puedo ver cómo escondes esa escasez en cada uno de tus destellos."
La Luna muy extrañada sólo respondió a qué se refería, lo cual Venus continuó:
"La razón por la que eres la Luna que brilla en el cielo obscuro que admiran."
Venus no le permitía más reacciones, sólo seguía comunicando lo que podría hacerle falta saber a la perpleja Luna.
"Eso que has estado esperando, yo lo acabo de ver. Ha estado tan cerca y no has notado; sabe de tu existencia y sería tan absurdo que no lo supiera. Ten paciencia, vendrá hacia a ti y conocerás lo que es el regocijo de un amor." Y así prosiguió su camino.

No quiso emocionarse, no lo analizó, no lo creyó.

Pasó un moderado tiempo después del comunicado de Venus que la Luna había decidido ignorar, y de pronto su entorno cambió: parecíase que su brillo estaba al doble de resplandor, pero no sólo era el de ella, millones de destellos salían por doquier, un enorme fulgor... hasta que se encontró por completo con lo que estaba originando semejante brillantez: se hallaban en el punto donde el alma está al descubierto, todas aquellas partículas de brillantina pura que conforman su obscuro ente, chispeaban con los rayos de aquellas brías flamas cual mechas encendiendo su irrealidad, causándole adrenalina por todos sus poros celestes, experimentaba una calidez que apasiguaba cualquier desconcierto; se dio cuenta cómo conseguía reflejar su esencia con tal claridad, que sentía vida. Todo aquello que las estrellas le habían comentado, tenía sentido.

Una magna incandescencia emanaba de este inigualable encuentro; en 175 pizcas de tiempo, la Luna logró reconocer que siempre había estado tan cerca, tal como lo dijo Venus, explayaban sus sensibilidades al unísono de la magnífica luminosidad que los dos maravillosos cuerpos celestes combinaban, que necesitaban uno del otro para crear el fenomeno más expectacular de todo el universo, porque toda esa llameante aureola de divinidad, provenía del más profundo y puro regocijo de amor.

La Luna se derretía... todo su brillo por ella, para ella.

"No quiero separarme de ti... sin amaneceres, sin atardeceres, sin anocheres, sólo tú y yo."

Pero se trataba del Sol... no conseguiría quedarse aún queriendo con todas sus fuerzas permanecer con su encuentro total por la eternidad con ella a partir de ese mismo instante. La Luna afligida tuvo que dejar ir, lloraba su tristeza y su soledad cubriendo su entorno con nubes negras que exhalaban lluvias continuas. Más sin embargo, el Sol se las arregla y encuentros parciales o semi parciales suceden, siendo estos últimos los que más prefiere la Luna; no obstante, es obvio que su prioridad son los encuentros totales, y su más ferviente deseo: convertirlos en eternidad.



"Amo tanto tu ausencia como tu presencia, porque tu ausencia me obliga a recordar lo indispensable que eres para mí, y tu presencia me lo confirma..." - Ivon Yerena.

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